divendres, 6 de juny del 2014

EL GANSÓ QUE SE ECHÓ A VOLAR

EL GANSO QUE SE ECHÓ A VOLAR
Daniel Fuentes Sánchez



“Vas a asar a un ganso, pero dentro de un siglo te encontrarás con un cisne que no podrás asar”
Jan Hus


Constanza, Sacro Imperio Romano Germánico (Actual Alemania)
Concilio de Constanza, 1415

-          Así pues, señorías –Jan Hus, sacerdote y rector de la Universidad de Praga finalizaba su discurso-, y ante la potestad que me ha permitido participar en este concilio, gracias al legítimo emperador Segismundo, me atrevo a recomendar –vaciló-, más aun, exigir a los más altos representantes de la Iglesia, aquí encabezados por Juan XXIII –esto hacía referencia explícita a la lucha de poder que se había desatado en el proceso llamado Cisma de Occidente, donde coincidieron tres papas como legítimos sucederos de san Pedro-, la revocación del poder de la Santa Madre Iglesia, siendo así la única manera de respetar las Santas Escrituras. Siendo así, la única manera de devolver la pobreza que nunca debimos abandonar los que nos llamamos seguidores de Cristo. –concluyó.

Jan Hus se sentó sereno, aun sabiendo las duras críticas que le esperaban. De hecho, algunos asistentes a la sala, que miraculosamente habían respetado toda su intervención, empezaron a vociferar ‘hereje’, mientras perdían la compostura espiritual que les debía caracterizar.  Carraspeó un poco, lo que pareció incomodar a obispo de su lado. Aun así, el primero que habló fue el papa Juan XXIII, apodado por muchos como el antipapa, quién habló primero.

-          Señor, por favor. ¿Está acusando a esta Santísima Institución de no respetar las Santas Escrituras? Sabe que esto se acerca a la herejía, y que le podríamos condenar como tal. Espero que se retracte de su discurso. –y se sentó sin ningún otro argumento y ni siquiera levantar la voz.
-          ¿No estamos aquí para discutir sobre el devenir de esta Institución? –cuestionó pasional Jan, sin levantarse de su puesto- ¡Pues hagámoslo! El señor, en su infinita sabiduría nació, vivió y murió en la pobreza. ¡Echó a los mercaderes del Templo! ¿Y en que hemos convertido a la Curia? En negocio, en lujo… Mientras predicamos al pueblo castidad, pobreza y sacrificio, ¡en el Vaticano se violan los siete pecados capitales a diario! Es bien sabido, Excelencia, de su reiteradas violaciones, y más de un rumor sobre asesinatos revolotean a su alrededor…
-          ¡Proclama al pueblo la desobediencia a la Iglesia! –se indignó iracundo el papa. No era la primera vez que un interpelado le acusaba de violación, asesinato, incesto o sodomía. Se sentía harto que la recordaran sus pecados. Él había instaurado esta reunión con el fin de proclamarse legítimo papa, mas la audiencia parecía lejana a sus pretensiones, restregándole constantemente sus debilidades. Así pues, intentó desviar esas acusaciones una vez más- ¡Esto es el pecado más grande que uno puede cometer!
-          Señores –intervino el emperador- es bien sabido de las debilidades de nuestra santidad, pero este no es el motivo de este concilio. Y haciendo petición a sus reclamaciones, señor Hans, debo decirle que se aleja de la misión del sacerdote incitar a la desobediencia civil. Y más aún, cuestionar el poder que le sustenta.
-          Es deber, -intervino otra cardenal, en soporte al emperador- no un lujo, de los sirvientes de Dios velar por el poder de esta sagrada Institución. ¿Quiere desmoralizar esta sociedad? ¿Qué pretende? ¿Derrotar el poder de Cristo? ¿Quiere crear herejes?
-          Cristo no tenía ningún poder, convenció desde la humildad, señor. Lo mismo exijo para esta Institución.
-          ¡Está usted menospreciando la muerte de los mártires! –volvió a la carga el mismo cardenal.
-          ¿Pues no decía Francisco de Asís: “Conozco a Cristo pobre y crucificado, y con esto me basta”? –contestó enérgico Hus.
-          Está usted manipulando las palabras de un sabio y las está usando para su perverso fin. ¡Qué Dios le perdone! Está usted negando la autoridad de la Iglesia, legítima representante de Dios en la Tierra, siendo usted sacerdote. Anima a las gentes a desobedecer nuestros mandatos, clama contra las indulgencias, como método del perdón…
-          ¿Es que solo los ricos merecen el perdón? ¿No somos todos pecadores? –le interrumpió Jan al papa- ¿Y no es la Curia quién engaña a los fieles, con decir diferente a su hacer? 
-          ¡Pero como se atreve! –se levantó iracundo Juan XXIII, señalándolo con el dedo.- Una cosa es que acepte que la Iglesia hay pecadores, como este humilde servidor –dijo, irónicamente, con la dignidad de un santo- ¡a otra que acuse a la Iglesia de mentir!

Tras la disputa se produjo un silencio sepulcral en la sala. Todos los presentes, altos cargos de la Iglesia o la nobleza, meditaban las palabras de uno y otro bando. La Curia aceptaba que había pecadores en su seno, comenzando por el mismo papa que presidía la sala. Pero de ahí a desautorizarlos como emisarios de Dios, queriéndoles quitar el poder que les pertenecía, había un trecho insalvable. Esto hacía que ninguno se podría alinear con Jan Hus, que clamaba a favor de la pobreza y vida espiritual, en contrapartida al poder y riquezas que la Iglesia poseía. Así que el clamor no podía ser otro:
-          ¡Hereje! –gritaron des del fondo de la sala. Poco a poco, muchos otros se le unieron -¡Hereje! ¡Quémenlo! –y esto hizo asentir al papa. El rey Segismundo remiró a la audiencia, cada vez más embravecida. Al final, les hizo callar y habló:
-          Señor Jan Hus, yo mismo le invité a este concilio para que explicase a esta audiencia sus postulados sobre la pobreza de los súbditos de Dios –Hus negó con la cabeza-, pero no puedo tolerar que cuestione la autoridad de la Iglesia, la representante de Dios en la Tierra. Y más aún, la desapropiación que dicho poder conlleva. –Juan XXIII asintió–  Le pido por favor que se retracte enseguida de sus acusaciones. -Jan Hus se levantó y solemne dijo:
-          Jamás. La vida cristiana exige pobreza en todos los sentidos, ante las riquezas y el poder que acumulan nuestros representantes, que se ahogan en el vicio. La Curia no es más que una lucha de poder estúpida de familias poderosas con ansias de más poder. Lo estamos viendo en este cisma. ¿Dónde queda la espiritualidad de la Iglesia? –preguntó a la audiencia, ofreciendo su última mirada al papa- Mi mensaje es simple, por mucho que los consideren herético: desposesión de poder y riquezas. Si invito a mis parroquianos a la desobediencia, ¡es para acercarlos al reino de Dios! –gritó con vehemencia el teólogo y rector de la Universidad de Praga, haciendo alarde de su ideología milenarista y que posteriormente se acercaría a la taborita, que también se consideraría hereje. Prosiguió - ¿Qué les asusta de mi discurso, señores, para considerarlo herético? -Un rumor iba ensordeciendo su discurso.  -¿Les asusta perder su poder, señores? ¿Les asusta vivir como cristianos, señores cardenales? ¿Qué les hace diferentes al resto de los cristianos para mantener sus privilegios a su favor? ¿Acaso no todos somos hijos de un mismo padre? ¿Acaso fue todo el maná para Moisés? ¿O para todo el pueblo? ¿Acaso no fue el pan y el vino repartido igualmente para todos los discípulos? Vuelvo a reiterarme, emperador.  Exijo la desposesión del poder y las riquezas de la Iglesia, en pro del pueblo que sufre. Nos podemos permitir más corrupción y vicio, mientras la gente casta y humilde se muera de hambre. –y le dirigió una mirada iracunda a Juan XXIII.
-          ¡Hereje! – volvió a vociferar la audiencia. Incluso había gente que iba más lejos:- ¡Anticristo! ¡Hereje! ¡Quémenlo!
-          Si prosigue con su discurso herético, tendré que condenarlo a la hoguera… No podré consentir que manipule el pueblo para sus perversos fines y mucho menos que acuse a la Iglesia de causar sufrimiento… –habló el emperador cabizbajo.  



El seis de junio de ese mismo año, Jan Hus quemó, como el mismo dijo, como un ganso. Entre sus discípulos, que se hallaban presentes en su martirio, destacaron los que más tarde pertenecerían a la comunidad taborita. Esta comunidad, como Jan Hus hizo en el concilio de Constanza, proclamaba la pobreza de la Iglesia y la desobediencia civil de los campesinos. Además, con un profundo sentimiento milenarista, proclamó el advenimiento del milenio donde ya jamás habría ni criados ni amos.

dilluns, 3 de juny del 2013

SOBRE LES PAPALLONES DEL CAMÍ

SOBRE LES PAPALLONES DEL CAMÍ 



La tènue llum del matí il·luminava el camí que seguia. Els ocells es movien porucs d'un branquilló a l'altre, mentre els grills, amagats en al proximitat del camp que vorejaria, no paraven d'emanar un sord so. L'aire era net i el cel, d'un clar atzur. Era l'efecte de la son i la gana, o pot ser l'estupor que encara perdurava de la festa de la nit anterior, el que li feia veure les flors del camí a través d'un sedàs translúcid, que difuminava els seus pensaments. Així, caminava abstret pels sons del món. Tot i així, s'estava acabant aquell sender, doncs aquest s'aproximava a una bifurcació que encara no aconseguia observar.

Girà el coll alterat pel zumzeig de les abelles que es movien assedegades per les flors roges del camp, pol·linitzant aquí i allà. S'aproximà i en mirà detingudament una. Tot li semblava tan real, tan pròxim, a través d'aquell vel hipnòtic. Les abelles, el camp, les flors, la pols del camí... Tot estava allà, davant els seus ulls. Eren himenòpters, estrats de sòl volcànic, estams, pistils i efecte Tyndall... Abelles, camp, flors i la pols que inhalava. S'acabava el camí, i què en sabia de la realitat? Què hi havia, en realitat, rere aquells noms que havia memoritzat temps ençà? Què hi havia rere tota la ciència que havia après? Rere la terminologia del món?

L'abella canvià de diana, i ara, reposava les seves potes anteriors sobre els pètals escarlata d'una corona que cedia al pes, mentre l'insecte aletejava. S'ajupí per veure-ho millor. El moviment harmònic del animal li semblà poètic. No traçava un camí, doncs anava de flor en flor, recol·lectant, transportant i deixant pedaços de la seva ínfima vida per allà on passava. Li donà ganes de creuar camp enllà, seguint la trajectòria erràtica que oferia l'abella, quan s'adonà que es trobava, realment, en un camí tancat per fustes. Mirà amb recel la llibertat aliena, i l'envejà. El món no estava dissenyat per la deriva. Els camins, els ponts, els carrers. Tot eren estructures de l'enginyeria que es solidificaven sota el concepte d'utilitat. Però, què és utilitat? Què és realment útil per l'ésser humà? El camí o el camp obert?


Al cap d'un temps, absort en el pensament, i amb la mirada perduda en les profunditats d'un camp d'userda, l'insecte s'endinsà farratge enllà. S'allunyà de la seua vista, mentre altres abelles buscaven en les profunditats d'altres flors pròximes, seguint el mateix rumb erràtic. Per allà, també rondava una papallona blanca, que contrastava amb el roig elèctric d'algunes flors. Amb un vol lleuger, s'anava dipositant sobre algunes plantes del voral. Com ell, l'animal semblava resseguir un camí, tot i que no es limitava als marges de la vereda, sinó que els creuava constantment. Decidí seguir-la una estona, entretenint-se senzillament amb el seu vol dansaire. Ara es trobava en una ala del camí, ara en l'altre, ara al mig del camp esquerre, ara al dret. No semblava que tingués clar quina era la trajectòria que havia de seguir, però, de mica en mica, avançava. Admirà la seva decisió, si és que en realitat era una decisió. I si ho era, tampoc podia saber si era la òptima, de la mateixa manera que ell es preguntava si hauria resultat útil allunyar-se del grup, per pensar. Per reflexionar sobre el seu futur. La papallona avançava, i ell amb ella, en la solitud d'un camp obert, on el mig hi recorria un camí. D'aquí poc s'acostava la bifurcació.

S'estava acostant el moment d'abandonar aquell camí, i què havia après d'allò que havia vist? Sabia la realitat d'allò que s'amagava rere els noms? Rere els himenòpters, estrats i la física del camí? Rere les senzilles formes de vida que el rodejaven, de les persones, del món. Era tot allò que sabia de nou, la realitat d'allò que sempre havia observat?

L'entrecreuament era just davant seu. A cada costat, un camí s'obria pas sobre els camps per explorar. Davant seu, un tancat també separava la pols del camí d'un altre camp d'userda, que s'enfilava muntanya enllà. Dos senyals, que indicaven els pobles als quals es dirigien els senders, obligava a escollir una ruta marcada. Quin era el millor camí?

La papallona, que l'havia acompanyat durant aquest breu temps, desafiant els rètols, s'endinsà camp a través. Ell la mirà embadalit. I si volia escalar camp enllà, on ningú mai hauria traçat un camí? I si volia explorar el sender que cap altre home hauria fet? Per què no podia fer-ho, impedit per una tanca erma? I si volia alterar les lleis de la realitat, escollint allò que no existia? I si volia alterar les lleis de la utilitat, doncs ja existia un camí que portava a un lloc on mai volia arribar?





Fotografia:  Camí a les muntanyes (Martin, Eslovaquia) 
Música: Caminos diferentes (Caminos Diferentes, La Sonrisa de Julia)

Moltes gràcies per la lectura. 



diumenge, 31 de març del 2013

LAS MUJERES HABLAN CIRÍLICO

LAS MUJERES HABLAN CIRÍLICO o LA BELLEZA DE LA LIBERTAD



Se las daba de bohemio, mas la sala de los pintores le hacía reconocer su mediocridad. El museo parisino era el más claro símbolo de provocación artística. La inmensidad de sus óleos reflejaba el apabullante poder de las imágenes, su poder para fantasear con el idealismo de la historia. La sensualidad de la libertad se mezclaba con el narcisismo de los gobernantes, mientras que antiguos bohemios soñaban con los pueblos que ya murieron. “¿Quién eres, tú, libertad? ¿Por qué eres tan cautiva de mi mente? ¿Tan presa de mis sueños? ¿Tan dogmática? ¿Tan esquiva?” Sus pensamientos se turbaron un poco, y un sinfín de conversaciones atropellaron su mente. Se fue de ahí, pues su corazón era demasiado humilde para esa expresión de magnificencia.

Bajó las escaleras y se perdió por los pasillos de cultura griega. Las delicadas curvas de los mármoles calmaron su mente. Andaba abstraído, sin fijarse en el nombre del arte, pues el arte no podía ser rehén de su nombre. De repente, allí la vio. Sus cabellos de mármol se recogían en un moño peinado hacia atrás. Esbelta, la Venus, se proyectaba en toda su sala, mas su silueta era humilde, blanca y austera. ¿Por qué me quemas aunque tus ojos son frías hendiduras en la piedra? Su belleza le hizo palpitar su corazón. ¿A dónde miras extranjera perdida?

Se paró frente a ella y levantó su cuello admirado. Y de repente una imaginación cruzó su mente caótica:

Vio un artista, como lo quería ser él. Llevaba en la mano un cincel y un martillo. Además, vestía una túnica rojiza, sucia de polvo. Sus cabellos rizados caían sobre el hombro, y se enredaban con las mustias hojas de laurel que le coronaban. Gustaba de ponerse dicha corona, porqué decía que era un símbolo de victoria y de inspiración. La consiguió en unos juegos de la isla, entonando su mejor poesía, mas hacía meses que no ganaba nada, ni podía componer nada. Aun así su suerte estaba a punto de cambiar, y esto le hacía sentirse pletórico. Una joven esclava, que pertenecía a las tierras del norte, había llegado a su morada. Sus facciones eran sutiles y su juventud vertía frescura y sensualidad. Sus cabellos eran hilos de bronce reluciente que le caían mansos sobre los hombros, como si se tratara de una cascada del paraíso. Sus ojos, azules y profundos, parecían poseer todo thalassa. Aunque su lengua sonaba a graznidos de pato, su voz era aterciopelada y melancólica. No tardó en caer rendido a sus pies, pues veía en ella la representación terrestre de la diosa de Chipre.

Puede decirse que se convirtió en su musa, y no tardo en componer nuevas poesías. Sus versos trataban sobre la belleza del ser, de los ríos pardos de su pelo, de la infinitud de su mirada y de la poesía en si misma. Incluso reprendió su arte con el mármol. Talló un par de gravados para su patio. En uno de ellos representó a la ninfa Eurídice enamorada de Orfeo. Ella era la ninfa y él el seductor artista. En el otro, él era incapaz de dejar de contemplar a Eurídice y esta era tragada por los avernos.

La esclava no entendía por qué su amo le libraba de los trabajos arduos y procuraba por su aseo. La mayor parte del tiempo le hacía pasear por la playa, junto a él, y le intentaba enseñar alguna palabra en griego. Cuando no, empleaba su tiempo en tareas menores: recoger el agua, recoger frutos del bosque o coser vestidos viejos, mientras él se la miraba, tumbado en algún sitio, con un gesto extraño, como si intentará recordar alguna cosa muy importante. A veces incluso, la llevaba a su almacén y con dulzura le hacía ponerse extraños ropajes. Luego le erguía el cuello y le pedía que se quedara quieta. Al principio, pensó que quería mantener algún tipo de privilegio con ella, pero nunca la tocó de esa manera. Sus gestos siempre eran delicados y cuando le rozaba la piel, para ayudarla a vestir o colocarse, siempre lo hacía como si tocara algo muy valioso que se pudiera gastar. Nunca le dejaba de sonreír. Parecía que su sola presencia explicara los enigmas del universo o le revelara algún misterio. La miraba como miraban sus padres a sus hijos.

Cuando empezó a dominar el idioma, empezaron a tener charlas sin el más mínimo trasfondo. Él hablaba de belleza, arte y dioses. Ella hacía como si le entendiese. Le hubiera gustado atreverse a preguntarle por qué lo hacía, pero él se le adelantó.

- El alma de un artista siempre intenta acercarse al alma de los dioses. La sabiduría solo se puede alcanzar mediante la observación de la belleza, Urania – tal como la llamaba él. Luego se la miró, y ella le miró inexpresiva. Luego miró al mar y suspiró – Debes pensar qué estoy loco. - ella desvió la mirada avergonzada por descubrir sus secretos. Él prosiguió – Quiero que el mundo te mire como yo te estoy mirando. Quiero que la eternidad vea en ti, lo que yo estoy viendo, la belleza de este mundo. Oh, querida, la locura es un bien deseable.
- ¿Tú amas a mi? - preguntó la esclava, sin saber muy bien por qué lo hizo. Él se la miró contrariado.
- Pues claro que te amo. Te amo como amo las puestas de sol, como el cantar de los pájaros, las olas del mar o una tarde en soledad. - le dijo esto, como si se tratara de una cosa obvia, como algo que no necesita más que ser escrito o esculpido, no hablado. Como si se tratara de un lenguaje universal no dirigido. Le amaba como los ciervos aman los prados o los pájaros el cerezo.
- Pero, tu no yaces conmigo, ni tocarme. - respondió la mujer, como sino hubiera entendido nada de lo que dijo su amo.
- ¿Por qué debería hacer eso? - dijo un poco iracundo. Luego prosiguió más calmado – Tú no me amas. La belleza no ama al artista. Tal como Afrodita no quiere a Paris. Es el artista quien la quiere y la persigue. Si fuera nuestra la belleza, luego esta dejaría de tener interés, y la poesía se moriría. ¿Lo entiendes? - ella calló por un momento. No entendía esa postura tan distante y tan próxima a la vez. Decía que ella era libre, pero a la vez era su esclava, y él su amo. La amaba, pero no tenía el mínimo interés en hablarle de amor.
- ¿Luego por qué retener a mí? - le preguntó en un acto de valentía. Él se enfadó por su pregunta y le obligó a ir a casa, mientras él se quedó pensativo mirando el mar.

La mañana siguiente la despertó al alba. La levantó con cariño. Le indicó que se aseara, pero le advirtió que no se pusiese ninguna túnica. Cuando terminó le recogió su largo cabello en un moño, que ella había visto en las mujeres del templo. Cuando estuvo lista se la miró de lejos, con unos ojos abstraídos y lagañosos. Parecía no haber dormido en toda la noche, como le pasaba siempre que el día siguiente quería hacer alguna obra.

- Yo no soy tu arte. Yo no soy la belleza. La belleza es libertad. Pero yo solo soy una esclava y tú mi amo. - dijo con humildad.
- Yo no soy tu amo, Urania. Yo soy tu sirviente. ¿No lo entiendes? - le respondió mientras le ajustaba una túnica en la cintura. No había manera de entenderse.
- Pues dejame libre - dijo con atrevimiento.
- Ayer te dije que no puedo retener a la belleza. Así que serás libre cuando te entregue a la eternidad. - dijo con cierto tono paternal.

Se pasaron el día en el taller, y así varios días. Mantuvieron largas charlas. Él hablaba en nombre de la poesía y ella en nombre de la libertad. Él no entendía porqué no se sentía libre, pues en la belleza residía la libertad del alma. Era como si ella hablará otro alfabeto, distinto al suyo. Los temas eran los mismos, pero sus maneras de expresarlo eran distintos. Entendió que ambos apreciaban la belleza, pero sus conceptos eran distintos. Así lo expresó en su obra. La Venus, radiante y solemne, parecía ignorar su propia belleza, representada por la manzana de Paris, para buscarla más allá del horizonte, en algún sitio llamado libertad. Como Afrodita con Paris, Urania no le amaba. Solo deseaba su libertad. Él lo comprendió.


Cuando terminó le hizo acercarse donde él estaba. Le enseñó el monumento y ella fue la primera en admirarlo. Aquella no era ella. Acto seguido, él se arrodilló, en acto de servidumbre, y le quito el grillete de su pie. Era libre.

- Te voy a echar de menos – le dijo con los ojos algo llorosos cuando se levantó.
- Sólo vas a echar de menos mi belleza. Pero ahora tienes tu escultura. - Sus palabras no fueron afectuosas, pero no indicaban recelo alguno. Le trató bien. Mas él tampoco le quería, solo quería a su arte y sus poesías. Ella sólo era su salvoconducto a su inspiración.
- Tengo mi escultura, y tengo tu belleza para la eternidad. Ahora, hasta el fin de los tiempos todos van admirar su perfección. - se miraron compungidos por la situación. De repente, llamada por un instinto, la que fuera esclava cogió un martillo y cortó de un golpe el brazo que contenía la manzana. Él la dejó hacer, dominado por su sentimiento de tristeza.
- La belleza no es perfecta. - dejó el martillo en el suelo, junto al brazo roto, y le miró a los ojos por última vez. Se fue.


Miró la estatua una vez más, pero era tarde y el museo tuvo que cerrar. Cerró y se fue.


Rehén de este viento cadente que se va,
esclavo de un camino que se pierde,
me voy siempre contigo, alma dilusiva,
mas te digo ven, tengo para ti corona verde.




Fotografía: Bandada de pájaros sobre el río Ter (Torroella de Montgrí, Girona)
Poesía: Rama de laurel (para Algaravía Íntima, Daniel Fuentes Sánchez) 
Canción: Sigues llegando (La Sonrisa de Julia, El viaje del sonámbulo) 

dilluns, 11 de febrer del 2013

EL POBLE QUE LLEGIA ELS ASTRES DEL CEL

VIDES HUMANES (I): EL POBLE QUE LLEGIA ELS ASTRES DEL CEL




Les aures del cel es despertaven impacients de la letargia de la nit, mentre els blaus del firmament es degradaven en la paleta celesta. I d'aquesta manera, apareixien les primeres llums del dia al sostre del món, on la concameració estrellada es fusionava amb la cultura dels mortals. El kan ho observava plàcid, quasi com si realitzés una oració al firmament, mentre es recolzava a la columna de fusta que subjectava la seva tenda. Tot i així, el seu cap estava nerviós i tèrbol, com cada cop que havia de decidir si el seu poble emprenia una nova migració per aquelles terres ermes. Moure's formava part del canvi vital, i el seu poble s'integrava en aquest projecte per tal de sobreviure.

Entrà a la tenda, tota una reserva càlida, plena d'objectes que havien anat trobant en el camí de migració constant. S'atansà a un cos menut i fràgil. Palpà aquell cos petit amb les palmes de les seves mans esquerdades pel fred glacial, i en despertà una vella, que dormia arraconada a un costat sec de la cabanya. El jove esperà que la vella recuperés el si que el son li treia, i li formulà la pregunta que més l'inquietava des de feia dies:

- És temps de marxar? - l'anciana se'l mirà de fit a fit, davant la indecisió del seu líder i únic fill que havia eixit del seu ventre, per superar les barreres de la mort. Contestà seca:
- Aixeca'm.

Amb parsimònia i tendresa, el jove kan incorporà la seua mare. Quan sortiren de la tenda, la vella observà el cel i olorà el vent. La seva postura era trèmula i inestable, però l'anciana mantenia uns ulls fixos i joves. El sol tebi de l'alba, resseguia les seues arrugues, aguditzant les arrugues de la seva faç.

- T'he ensenyat a contemplar les estrelles. T'he ensenyat a llegir que diu el vent, que ens informa d'allò que passa en contrades molt llunyanes. - observà les muntanyes nevades que els rodejaven. - T'he ensenyat a estimar les muntanyes i ha saber quan elles ens diuen que ja no ens volen. Jo sé que tu saps la resposta. Tots aquí saben la resposta. Estan esperant que tu l'expressis amb les nostres paraules.
- Gràcies mare. - i li feu un bes al front, però l'anciana continuà:
- És fàcil, i ho saps. Malgrat que la resta dels kirguiz es pensin que ser kan és difícil, per enganyar-se i conformar-se. Però, saps que és fàcil. És tan fàcil com ho és per una gota d'aigua navegar per un riu. Has de navegar pel riu del destí. Perquè el destí dels kirguiz ja és escrit en les estrelles que t'indiquen el camí, en el vent que t'informa de què passa al nord i en les muntanyes que ens diuen que ja no ens volen.
- No vull equivocar-me. Això fa la decisió difícil, mare. - expressà amb un sospir davant les paraules encoratjadores de la venerable anciana.
- És difícil quan intentes combatre el destí inexorable, perquè sempre es perd. Llavors, t'equivocaràs. Però, no fallaràs si saps llegir, com jo t'he ensenyat.
- Si ens quedéssim atrapats al pas de les muntanyes que no ens volen, seria el nostre fi. - prosseguí el kan, atemorit per les conseqüències que advertia de les muntanyes i els vents.
- I si així ha de ser, hauràs sigut el millor kan que hi hagi hagut, ja que ens hauràs conduit al nostre fatal destí.
- Però, m'estimo massa el meu poble, com per permetre que el destí se'l empassi. A la capital faríem vida de ciutat. Tindríem medecines, carreteres, cotxes, escoles, unes cases de pedra...
- No tindries res d'allò que et fa kirguiz. - el tallà l'anciana - Llavors, si que ja no tindries destí. En les ciutats, ja no llegeixen les estrelles, ja no llegeixen el vent ni les muntanyes, ja res els espera i la seva vida és trista i rutinària. Vols això pels teus fills? - inquirí la sàvia. El jove se la mirà amb l'amor que sempre li havia professat. Finalment, amb un somrís a la boca, comentà contundent:
- Emprendrem un nou camí, encara que aquest sigui l'últim.   





Fotografia: Bandada d'ocells, Torroella de Montgrí (Girona)
Cançó: Quan es faci fosc (Plou i fa sol, Sopa de Cabra) 

Moltes gràcies per la lectura.
Daniel Fuentes Sánchez


dissabte, 19 de gener del 2013

LA ETERNIDAD DE UNA TARDE DE VERANO



LA ETERNIDAD DE UNA TARDE DE VERANO 


Dedicat a la meva iaia.
Dedicado a mi abuela.

Posiblemente nos irrita ver la rapidez con la que fluye y nos abandona nuestro corto período de vida, si en lo más profundo de nuestro ser no fuéramos conscientes, en secreto, de nuestra participación en lo interminable primavera de la eternidad, por lo que siempre nos queda la esperanza de volver a encontrar vida en ella.” Arthur Schopenhauer

Se escaparon de la fiesta, justo cuando terminaron de comer. Sus vestiditos cortos trotaban junto al polvo del camino que bajaba al valle. Hacía un estío esplendido. El sol de mediodía calentaba la carena norte de los Pirineos y el canto desatinado de las cigarras de los matojos las acompañaban en su juego infantil.

- ¡Vamos al río, tengo sed! - dijo sonriente una de ellas.
- ¡No has tenido suficiente con el vino de la fiesta! – dijo la otra con voz pícara. Esto provocó una carcajada larga entre ellas, lo que derivó en una mirada desafiante e inocente, para llegar antes al pretil del puente. Una vez allí, palpando la humedad de las piedras centenarias del puente, se acercaron al otro lado del río. Con las rodillas desnudas, se arrodillaron en la ribera y con sus tiernas manos dejaron que el agua las mojaran con su fuerza. Ambas bebieron y se sentaron cerca, para que fuera esta vez sus pies, quienes tocaran la cristalina agua del deshielo. Sus risas callaron por un momento, y tendidas en la cercanía de la pradera, contemplaron el cielo un rato largo.
- Te has fijado que no siempre hay las mismas nubes, ahí en el cielo.
- Claro, van paseando por el mundo. - contestó la otra con total evidencia - ¡Qué cosas dices Antonia!   
- Como nosotras... ¿no crees?
- ¡Pero nosotras controlamos el destino! - dijo con certeza la otra. - Las nubes se dejan llevar por el viento.
- ¿Así crees que siempre seremos amigas?
- ¡Claro que sí! Pase lo que pase, ¡no hay dos andorranas más unidas que nosotras! - gritó al valle la jovencita. La otra rió y le acompañó un rato en su griterío hasta que no supieron qué gritaban realmente. Se callaron al fin un breve momento hasta que una de sus voces retomó la conversación:

- Tengo los pies fríos. ¡Vayámonos a ver a las vacas! - pidió una de ellas. La otra asintió con cierta burla en sus labios.

Avanzaron, junto al sol, hacia ponente, viendo como el valle dibujaba majestuosas sombras con las nubes y el astro. El aire fresco y el abrazo cándido del sol, junto con el tenue embriagador efecto del vino de la comida, reflejaba en ellas un semblante de felicidad. Dejaron el vereda cuando esta se sumergía en el bosque de pinos y abetos. El prado era una alfombra verde llena de manchas marrones, algunas más pardas que otras. Corrieron rato largo vertiente arriba, sin ver a las vacas, cuando el cansancio y la incesante luz que ahora torraba la tarde de un anaranjado quemado, las venció. Se tendieron en el prado, una junto la otra, de lado. Volvieron a ver las nubes y el profundo del cielo. La brisa movía tímidamente sus cabellos largos y rizados respectivamente. Las hizo bostezar. La hierba fresca parecía un perfecto cojín y no tardaron en cerrar los parpados. Lo último que oyeron, en la inmensidad de lo onírico, fue el viento y el tintinear de los cencerros a lo lejos.

Un ruido y pequeños golpes en su cabezita despertó a una de ellas. Lo primero que pudo ver fue una mancha ocre tapizando el cielo, y al moverse, un morro de vaca intentando pasturar detrás de su cabeza.

- ¡Qué susto vaquita! - le dijo mientras intentó tocarla con las manos. Pero el animal se alejó, algo asustado, haciendo sonar su pequeña campanilla que llevaba colgada en el cuello. Antonia se quedó con las ganas. - ¡Despierta! - le dijo a la otra tocándole el hombro. - ¡Vamos, que nos hemos quedado dormidas! - repitió riendo. Se despertó, pero ambas continuaran tendidas en el suelo, perezosas.

La tarde se estaba escapando y la luna, semitransparente en el cielo azul claro, empezaba a vislumbrarse. Calcularon que se habían quedado dormidas unas cuatro horas y que las vacas las habían encontrado de descenso al corral.

- Me gustaría que esta tarde durase toda la vida – dijo una de ellas, con una sonrisa pintada en la cara.
- A mi también – y se miraron risueñas, radiantes de encontrar por una tarde aquella felicidad tan simple. Aquella felicidad, que aunque pasen años siempre permanecerá en el recuerdo de una anciana de cabellos grises.







Fotografía: Los Pirineos franceses 
Cancíón: Sigues llegando (La Sonrisa de Julia, El viaje del sonámbulo)


Fina aviat.


divendres, 9 de novembre del 2012

LECCIÓN DE UNA TARDE DE OTOÑO




  • - ¿Por qué son tan melancólicas las tardes de otoño?
    - ¡Ah chaval! - sonrió el más anciano – Porqué nos muestra cómo todo se muere. Nos muestra cómo nosotros mismos participamos de este ciclo vital. ¿Lo entiendes?
    - Entiendo. - el joven hizo una pequeña pausa, pensativo. Observaba como las hojas anaranjadas caían oscilantes delante de un ocaso medio oscuro. Anciano y joven estaban sentados en un banco mirando el más allá con la frente reluciente - Pero yo no estaba pensando en eso. Claro esta, que estoy algo ensimismado.
    - ¿Cómo no ibas estar ensimismado delante de este lección que se sucede delante de tus ojos? Mira la puesta de sol tan hermosa que nos regala hoy el cielo.
    - Es bella.
    - Sí, es muy bella. Y es bella, y así lo pensamos, aunque sabemos que detrás nos viene una fría noche y con ella, un rocío al despertar. Es en este momento que el sol aprovecha que lo miramos, para decirnos que todo es un ciclo.
    - Ya. El ciclo de la vida... - dijo con cierto desdén el joven - ¿Por qué siempre ese misticismo, abuelo? ¿Qué sabrá el sol de nuestras vidas?
    - No es ningún misterio si de ello aprendes algo. Debes respetarlo por ello. 
    - Lo respeto, pero no creo que el sol quiera decirnos algo. Ni el sol, ni eso que llamamos otoño, la verdad. Simplemente, la tierra gira y nosotros con ella. Basta.
    - Tampoco quieren decir nada eso que llamamos leyes universales, y bien que aprendemos de ellas. ¿No es así?
    - Aprendemos cómo se regula el universo. No sacamos conclusiones metafísicas.
    - Pero, ¿te parece metafísico redescubrir gracias el otoño que todo es un ciclo? - preguntó el abuelo a su nieto. Este calló un instante y oteó el horizonte, sabiendo que había malinterpretado las palabras de su abuelo.
    - No, en ningún caso lo parece. Pero aun así me cuesta creer que yo estoy pensativo por culpa de las hojas que de los árboles se caen.
    - Pues así es. Las personas nos cuesta creer que vivimos con el universo, que de él nos alimentamos y que él nos influye. Y cuando una parte del universo se muere, la otra lo siente.
    - Ya, el alma del universo... - dijo otra vez con desdén el joven.
    - Es una forma de decirlo. – comentó sereno. - No esclavices las palabras. No se trata de nada que tenga un referente real, no es nada que pueda ser puesto nunca en un libro de texto. Aun no me he vuelto loco, chico. Es algo que debes aprender por ti solo.
    - ¿Así que cada uno tiene su propia alma del universo? - preguntó escéptico el nieto, arqueando las cejas.
    - Claro. A la par, nosotros participamos de este universo. El nos cambia y nosotros lo matizamos.
    - Pero, abuelo, es que hablas del universo como si fuera una divinidad.
    - Puede ser que lo haga. No es mi intención. - suspiró - Cuesta mucho hablar bien de una cosa de la que solo vemos una parte. Y más aun cuando no la entendemos. Y más, ¡cuando no hay un todo que unificar! ¡Los que hablan de eso, sí son unos místicos!. Yo sólo hablo de lo que veo... - hubo una breve pausa. Un pájaro voló de un árbol a otro, y soltó un gran follaje a su paso – Y el otoño, nos muestra eso. Hojas muertas. Flores mustias. Tierras marrones. Todo parece quemado, pero es tan bello al mismo tiempo. ¡Qué terriblemente bello que es el fin de las cosas!
    - Pueda que lo sea. A mi me gusta oír el crepitar de la hojas cuando las pisas.
    - Pero todo va más allá. Estoy seguro. Porqué todo se hace ciclo. El otoño solo es una parte imprescindible. Todo esto que se muere, volverá a la primavera con nuevas formas, probablemente, más hermosas y más potentes que ahora. Esto es, la renovación constante de las oportunidades. El otoño es el tiempo de recordar que tenemos otra oportunidad para seguir viviendo, para hacer mejor las cosas, mientras el pasado ya se ha muerto.
    - Puede ser abuelo. Pero también puede ser que sólo tu lo veas así. - los dos callaron y intentaron comprender si el otoño les quería decir algo, realmente.


Llueve, deprisa, sobre la ciudad,
ando, despacio, bajo el cielo.
¿Qué más dará, dime, la velocidad,
si tus secretos son del alma el anzuelo?

Me salpica el agua, y recuerdo la lección,
así es, ves, la lluvia, puro volver a empezar.
Y así es, oyes, su voz, melódica canción,
que cómo el cantar, me vuelve a empujar.





Fotografía: Empúries (L'Escala, Alt Empurdà) 
Poema: Fragmento adaptado de "¿Y si todo fuera un ciclo? (Daniel Fuentes Sánchez)
Canción: Un dia més (Dia 1, Gossos) [Un día más (Día 1, Gossos)] 

dimecres, 11 de juliol del 2012

LA PROSA DEL POETA


LA VIDA DELS ALTRES (III): LA PROSA DEL POETA




Mai em vas preguntar si t'estimava. Per què mai ho vas fer? Ho vas voler fer? Vaig preguntar-m'ho mentre remirava la teva fotografia de somriure latent. Estaves tan esvelta, tan alegre, tan altiva. No se't veien els ulls i aquests s'havien tornat espurnes escarlata, punts de foc, que semblava que em cremaven a quilòmetres de distància. Podia sentir el teu foc en la meva trista ànima carnal. Malgrat tot, no podia saber si allò era amor, passió o no-res. Escrivia versos absents de poesia i vagava abstret recordant-los, mentre tu ignoraves la meva sola presència, la teva pròpia presència en aquells versos recarregats de contradiccions, al·leluies i fantasies.
Per què mai em vas preguntar si t'estimava? Tot em recorda a tu. El llapis, la tinta que tinta de brut aquest paper brut. La banyera, el lavabo, el meu llit. Fins i tot, el clarobscur de la cuina. Les cançons parlaven de tu, les d'amor, les de desamor, les que parlaven de llibertat i fins i tot, aquelles que cantaven els cantautors. Em recordaven el teu nom. Victoriós aquell qui pugui anomenar-lo cada dia mirant-te els ulls. Aquells ulls que feien girar en torn seu una faç de fines figures. Aquells ulls que ho absorbien tot com si fos un forat negre. Aquell forat negre en què estic enredat, com si l'aranya dels teus ulls m'hagués parat una trampa dolça. S'hi estava bé. Era la casa dels meus somnis. Uns ulls de saviesa eterna. Quantes lliçons vitals havia après observant els teus ulls! I tu? I tu, què atalaiaves des de tos ulls d'argent i cobalt? Com veies aquest cos meu tan indemne des d'aquelles pestanyes elevades. Per què mai m'ho vas voler dir? Per què mai t'ho vaig preguntar? Quantes paraules s'han quedat sense dir! Quantes paraules no hauran mai testat la fragància de les teves orelles de porcellana? Quantes paraules li han faltat abocar-se sobre el meus llavis secs i destenyits! Quantes paraules que mai navegaran a la deriva del temps, per ser escoltades en les psicofonies del futur! Doncs que ho sàpiguen els fantasmes del futur! Què ho sàpiguen! Reunim les paraules que ens han quedat surant a les testes! Recuperem els mots més tendres i alimenta'm-los amb la flama dels teus deliciosos ulls!

L'autor va posar fi al llibre “Les branques de la teva aroma” i va tancar l'ordinador sense rellegir-ne ni un mot. La imperfecció era la seva aliada més potent.
Era poeta. Aquell tipus de poeta que es refregava amb els seus sentiments i sospirava en els finals tristos. Tot i així, li encantava la prosa i la seva estructura amorfa que tacava tota la pàgina de les seves paraules. Era com una extensió de la seva ànima. Una extensió pública. Tanmateix, no el molestava que els demès opinessin lliurament sobre el que escrivia. Volia pensar que compartirien amb ell aquell sentiment narrat, que s'hi sentirien identificats. Doncs era aquest l'objectiu dels poetes, creia. Fer aflorar aquells sentiments ocults en les persones.
S'elevà de la cadira com empès per un rampell. La deliciosa simfonia de les seves paraules s'estava tornant poema. Per la seva ment, ballaven mots inconnexos que volien ser units per l'eternitat. Allargà la mà a la tauleta, on sempre hi tenia una llibreta i un bolígraf, per fer-hi anotacions oportunes o per escriure-hi els poemes abans d'anar a dormir. Creia que les veritats de l'ànima sorgien sols en la lletania de la nit. La foscor revelava allò que estava ocult, ja que es fonien amb ella. Malgrat tot, ara eren les set de la tarda d'aquell estiu interminable, però tenia la imperiosa necessitat d'apuntar-ho. Sabia que l'estructura dels versos tenia una vida curta i s'havien de fixar abans no marxessin per perdre's per sempre més en les profunditats de la posteritat.
El poema que navegava en la seva psique parlaria de l'amor. Seria una extensió del final del seu llibre. Pot ser, l'inclouria i tot.  

En diuen núvols negres a punt de plor,
en diuen vides paral·leles unides pel destí,
ànimes que caminen fidels pel mateix camí,
però jo em pregunto, i què és amor?

Jo, ja m'he perdut buscant Ariadna pel laberint,
i m'he abstret congelat en les càndides rosades,
mentre un vent fred rissava des del port les onades,
i ara, em preguntes què és amor, salvatge instint?

Què sabré jo d'aquest incomprensible joc de cors-robats!
Si per mi, aquest món està ple de folls embogits,
que corren rere els seus extints egos mal ferits,
pensant que trobaran en ell l'elixir que els hi és mancat.

M'he buscat en aquest paradís de ombres i miratges,
però, he perdut la brúixola dins aquest bosc de laurisilva,
construint versos i rimes desorientades dins d'aquesta silva,
en que hi busco claror, fe i les veritats més pures i salvatges.

---

Diga'm cel negre i estrellat,
mare del univers desconegut,
fes-me dels teus el més sabut,
                                                          i contesta:
quin d'aquests dies seré amat?

Diga'm cel atzur i albirador,
d'aquest món meu, el més inspirador,
incorpora'm a la cadència del teu temps,
i del meu amor fes pancarta i esment.


Quant acabà, pensà que no era el seu millor poema. N'havia escrit de millors. Pot ser la prosa se li donava millor. Tanmateix, aquell era el seu últim poema, per tant se'l estimava més que els altres. 




Cançó: Chelsea Hotel #2 (Acordes con Leonard Cohen , Jabier Muguruza) 
Poema: Què és amor (Daniel Fuentes Sánchez, per Algaravia Íntima) 


Homenatge a Leonard Cohen.